martes, 8 de abril de 2008

Lo que odio de ti


El problema de la píldora del día después para el progresismo



Por qué tanto alboroto por el pre-fallo del Tribunal Constitucional . Cuál es el alcance de una decisión respecto a una pildorita entre tantas otras que existen en el mercado. Cuál es la verdadera consecuencia de este hecho. Y por cierto, por qué nos enoja tanto a los progresistas y liberales de este caso que revuelve el estómago y saca a las mujeres a la calle.
Esta columna no busca en modo alguno discernir las facultades de salud pública de la píldora, ni dirime entre el aborto o la vida.; lo que sí intenta, es establecer las razones de ese enojo. Bajo qué elementos es que reaccionamos como niños taimados y con agresiva “fuerza ciudadana” en las calles.
Cuando aparece por TV la Ministra de Salud hablando de los grandes retrocesos que traerá el fallo -que aún no conoce y del que sólo por chisme ha tenido noticia- respecto a los avances alcanzados en políticas de fertilidad, mientras que en otro canal un médico de voz chillona fulmina anatema a cuanto “defensor estricto de la vida” pulula en el Congreso Nacional y, sin cansarnos aún, es posible ver en otro canal a estos mismos defensores con mirada eclesiástica, casi asimilable a la del Cristo de Zeffirelli (todas las semanas santas en TVN), llamando a la calma al rebaño de Dios, al país, porque el TC esta vez fallará a favor de la vida. Uno logra preguntarse qué pasa, por qué una medida pequeña en relación con el universo de elementos de la discusión sobre planificación familiar afecta tanto nuestra convivencia.
La respuesta tipo debiera ser que una decisión así afecta la igualdad, lesiona los derechos fundamentales, la libertad de vientre, etc. Pamplinas. ¿Qué desconcierta a los liberales en este tema? Porque si lo único que nos encoleriza es la inconstitucionalidad en la repartición en consultorios a las mujeres de la “píldora del día después” y por ende, su prohibición de distribución gratuita, permítanme esbozar al menos una sonrisa sarcástica.
El asunto debe ir por otra parte, y así es que lo que nos enoja es que los conservadores nos descubren otra vez sin argumentos, otra vez con una agenda que no es nuestra, otra vez con un tema que puede convertirse en una bola de nieve para cuestiones más profundas y no nos habíamos dado cuenta.
En efecto, nuevamente han sido los conservadores quienes han impuesto su discurso y una vez más, el sector progresista ha debido reaccionar, “paletear” si se quiere, desde dentro de la conversación que otro se adelantó a nosotros en poner sobre la mesa. No se trata, como hemos dicho antes, de que la culpa sea de los medios de comunicación que pertenecen a los conservadores, se trata de que no somos capaces de poner nuestra visión, nuestros valores en la escena pública. La desarticulación sobre lo que estamos de acuerdo es flagrante, sin acuerdos mínimos, si saber de qué hablamos cuando hablamos de progresismo, se hace muy difícil lograr mostrar a los ciudadanos, incluso a los que piensan como nosotros una idea simple y clara de lo que significa ser progresista.
Claro, es posible decir que hay muchas formas de serlo, hay muchas y diversas maneras de enfrentar el problema del control de natalidad, el aborto, la vida, el amor, el sexo, la muerte. Sí, pero debe existir una idea mínima que nos una alrededor de dos o tres frases sencillas. Frases que además debían estar dando vueltas en el discurso cotidiano desde hace tiempo porque los 2000 años de cristianismo nos llevan demasiada ventaja. No es fácil competir con quien pone a la Biblia como último argumento y si los nuestros son sólo hechos, cifras y porcentajes de políticas públicas no vamos a conseguir nada. Los hechos por ciertos que sean si no se ajustan al marco valórico de las personas, al discurso de los ciudadanos progresistas y de centro, entrará por un oído y saldrá por el otro. La verdad sola, no nos da garantía de triunfo. Es por eso que el abogado conservador Jorge Reyes a pesar de apoyarse sólo en su desparpajo y falta de cortesía logra echar por tierra todo argumento científico, logra hablar desde la lógica del padre estricto que sabe lo que es bueno para sus hijos, eso lo captan los conservadores puros y los rasgos conservadores nuestros (inconscientes) lo resienten y hasta nos baja la culpa por estar a favor de la muerte (aborto).
Qué valores de familia posee el progresismo. Acoger, escuchar, permitir espacio para desarrollarse, PROTEGER y guiar antes de castigar. Nosotros creemos en el fondo que los niños nacen buenos y sólo es necesario ayudarles y no formarlos de nuevo como sí lo diría un conservador. Ese es nuestro background, con él nos acercamos a la política.
Entonces, cuando enfrentamos el tema del aborto, qué podemos decir. Pues bien, puras contradicciones. Ante ese escenario, déjenme decirles que todavía queda un factor más que nos tiene por los suelos estos días y es la carencia de liderazgo de opinión dentro de nuestra coalición. No es que esperemos señales de Oz con cada tema que salta a la palestra pero sí quisiéramos que nuestros líderes estuvieran de acuerdo en esas pequeñas cosas que llamábamos recién a colación. Ponerse de acuerdo es lo mejor que se puede hacer en política, antes de vencer o morir o avanzar sin tranzar, saber quienes y cuantos somos es fundamental si no, nada tiene mucho sentido.
Hoy nuestras alianzas se ven derruidas porque las cosas que nos pregunta el acontecer (pauteadas todas por la derecha) son aquellas que hemos pospuesto porque decidir quién es más gallo para presidir los partidos pareciera una mejor tarea que nos quita todo el tiempo. Mala estrategia por lo demás, pues a pesar de ganar no ganamos, puesto que no sólo debemos cargar con sistema económico del que carecemos de ideas diferentes ahora también no podremos avanzar en lo valórico puro y simple, porque no nos hemos dado el trabajo que los conservadores sí, en decidir qué cosas nos parecen y no importantes respecto a la vida, la salud, el sexo, el amor, etc.
Es cierto, no toda la culpa es nuestra, pero a veces da la impresión que sí y es eso lo que nos encorajina contra nosotros mismos, es el retrato de Homero convenciéndose mentalmente de no hacer o decir algo y termina siempre con un UH!!! Y yerra una y otra vez. Claro, queremos a Homero, es simpático y bonachón pero recuerden que a la hora de ganar, como aspiramos en política, él nunca lo ha hecho, y sí, querámoslo o no sigue siendo un perdedor.
En suma, esta columna no busca decir si la píldora ayuda o no a las políticas de planificación familiar, es abortiva o no, dulce o salada, mala o buena, gratis u onerosa, pero sí da cuentas más ciertas de qué nos pone de malas cuando sabemos de antemano y por vía del chisme qué decisión una institución que no hemos tenido tampoco ni el tiempo ni el arrojo de repensar para convertirla en un sitio más democrático, pluralista y razonable para tomar las decisiones que en el marco de nuestro ordenamiento jurídico se le pregunten en última ratio.
El consejo es medir las consecuencias del fallo no solamente en la distribución del medicamento en cuestión sino la posibilidad de abrir el debate a cuestione más profundas que persiguen los conservadores como son el aborto, el control de la natalidad, el matrimonio, las relaciones familiares entre homosexuales, et. O sea, cómo estas pequeñas batallas ganadas por los conservadores logran mantener al país donde el marco cognitivo del progresismo no quiere, asimismo es urgente replantear el discurso, no hablar como los conservadores, buscar el lenguaje sencillo que transmita la idea de padres protectores y libertarios que escuchan y acogen, adecuarlo al problema en cuestión y comunicarlo con eficacia por todos los canales posibles. A ver si espabila con esto nuestro progresismo y deja un rato de pelearse por períodos de liderazgo de equipos sin ideas, contradicciones y carencias .


Las Amapolas, Abril de 2008



Néstor M. T.

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