miércoles, 1 de agosto de 2007

Responsabilidad Social de la Política


Néstor Morales T.


Una pregunta que ronda en la discusión política y en especial de los think thank, a propósito del nuevo rumbo que buena parte de los gobiernos latinoamericanos han tomado, virando más hacia la izquierda que la década anterior y el reciente cambio de gobierno en Inglaterra, es acerca de dónde está la socialdemocracia y su modelo de tercera vía[1] tan popular del nuevo laborismo de Blair y que reprodujeran casi hasta la saciedad los gobiernos socialdemócratas y laboristas latinoamericanos de mediados de los noventa y primer quinquenio del siglo XXI (Lagos; Cardoso; Toledo; etc.)


Hay quienes pregonan que la estrategia socialdemócrata y la tercera vía eran sólo un efecto mediático, un buen truco nada más. Esta opinión está muy equivocada. En Chile, el estilo socialdemócrata ha ganado cuatro elecciones sucesivas desde la vuelta a la democracia, y muy bien podría ganar una quinta, precisamente porque el modelo, a diferencia de las tesis autoflagelantes y la empecinada negación de la derecha a los triunfos sociales, está lleno de contenido.


Esta estructura programática se basa en una serie de principios estratégicos clave, bien diferenciados del pensamiento de izquierdas tradicional, como ha supuesto Anthony Giddens, esto es:
1) Acercarse al centro político. No existe coalición socialdemócrata que pretenda triunfar si pretende atraer a una clase determinada o a estilos e imaginarios selectos, es por eso que la inclusión de la democracia cristiana dentro de la concertación es tan importante, como también lo sería la inclusión de sectores del PODEMOS, no precisamente para acercarnos al centro político partidista, sino para atraer al público objetivo de la izquierda extraparlamentaria a votar por el equipo o el estilo socialdemócrata representado en la centroizquierda. Lo importante es trasladar la preferencia mayoritaria hacia la izquierda. En estos diecisiete años, la concertación ha sabido hacerlo.
2) Asegurar la fortaleza de la economía. Como es natural, éste ha sido uno de los puntos fuertes la Concertación, el manejo macroeconómico es sin duda la buena tarea a mostrar tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Asimismo, esta buena organización y estrategia en macroeconomía ha permitido realizar grandes avances sociales: disminución de la pobreza, generación de un programa de salud progresivo y de calidad y encontrarnos ad portas de inaugurar una reforma provisional digna para las personas Si bien es cierto aún nos queda camino en el desafío de percepción de los buenos números en las personas, conocemos bien que el apotegma reza que garantizar más justicia social significa contar con una economía más sólida, no al revés.
3) Grandes inversiones en los servicios públicos, insistiendo en que vayan acompañadas de reformas destinadas a hacer que dichos servicios sean más eficientes y transparentes; y tengan más capacidad de reacción y extensión en sus prestaciones. Para ello son esenciales la posibilidad de elección y la competencia con base de elección igualitaria de calidad.
4) Crear un nuevo acuerdo entre el Estado y los ciudadanos, que incluya tanto derechos como responsabilidades. El gobierno debe proporcionar los recursos necesarios para ayudar a la gente a construir su propia vida acercarlos a las oportunidades tanto sociales como geográficamente. Es una estrategia que ha demostrado su eficacia.
5) No permitir que la derecha política monopolice ningún asunto de política pública. La derecha suele dominar siempre en áreas como el orden público, la inmigración y el terrorismo; tenemos que buscar soluciones de centro izquierda a estos problemas. Dadas las repercusiones que tiene el hecho de vivir en un mundo más globalizado, es preciso que encontremos un nuevo equilibrio entre las libertades civiles y la seguridad.


Existe un concepto clave aquí, se trata de la importancia que tiene el cambio de actitud como noción de la política actual. Jugárnosla por la eficiencia estatal y las buenas prácticas políticas en áreas que van desde el cambio climático hasta la salud y beneficios sociales. La reacción propia de la derecha conservadora es la de decir que estamos de nuevo ante el Estado paternalista y que la gente debe poder tomar sus decisiones sin que el gobierno interfiera con su ineficiente burocracia. Se hace necesario recordar entonces que el peso de los trabajadores fiscales en Chile, la “grasa” como ofensivamente criticaría una senadora conservadora chilena, no alcanza al 6% de la población activa, una nimiedad en comparación con países como EEUU, España o Alemania, por lo que el peso fiscal brutal, como lo describe la derecha no es tal.



La pregunta actual, debe centrarse para el mundo socialdemócrata en analizar cómo hacer compatible nuestro sistema económico y la extensión de beneficios sociales y, cómo hace el ciudadano para “pedir cuentas” de nuestra gestión pública a los tres poderes del Estado. Esto es ir más allá de la simple teoría de las votaciones: el sufragio hace rato que dejó de ser el único medio de control ciudadano sobre las autoridades elegidas democrática y representativamente, más aún, extender el ámbito de ejercicio ciudadano significa comprender conceptos como la responsabilidad social que la política debe a los ciudadanos. Accountability, si se quiere. En este punto, es evidente que conseguir que la gente asuma más responsabilidad social por sus acciones significa cambiar su comportamiento, su actitud. Ese me parece es el desafío.



Ahora bien, el siguiente paso es averiguar cómo el estilo socialdemócrata del que venimos hablando puede seguir mejorando su fórmula de gestión y compromiso con los electores, con las personas. En tiempos y circunstancias como las que vivimos, es muy posible que la concertación deba seguir dedicándose a promover una transferencia del ejercicio de la función estatal hacia el mundo privado. Qué duda cabe. Aquí es necesario reevaluar las fórmulas que han sido probadas en la administración pública para trasladar funciones que pueden ser ejercidas por agentes públicos, es decir, empresas, grupos de personas o particulares con responsabilidad pública sobre sus cometidos, ahondar en este tema es un buen comienzo para asimilarnos a países como Irlanda o India al respecto; evaluar la promoción de los hospitales controlados por fundaciones; etc. Importante es el hecho de estudiar debidamente las repercusiones de la responsabilidad social en la estrategia política, es decir, el efecto outcomes de hacer las cosas bien para la gente y la retribución con votos por ello. He ahí un nuevo punto de trabajo para la socialdemocracia actual.



El Chile de hoy muestra sus evidencias: el modelo neoliberal de la derecha pre y post pinochetista está muerto; la concertación ha vencido nada menos que a cuatro rivales conservadores que se empeñaron en seguir siendo pinochetistas y oligárquicos. Sin resolver la derecha qué hacer en la disyuntiva Derechos Humanos versus modernización de la política y el Estado, y pasar de las lecciones del monetarismo a un arrojado plan de desarrollo con las personas antes que con las empresas, ese sacrificio y salvación quedan aún pendientes, y el conservadurismo chileno tendrá que seguir colgando del árbol de la inmadurez política y social que tanto les molesta.



A poco indagar, es fácil reconocer que la derecha sigue creyendo que la concertación triunfa porque logra manipular la opinión pública (extraño, siendo que los medios pertenecen a propietarios conservadores militantes) y los fondos fiscales, que todo su fundamento son las relaciones públicas y las frases para titulares. Es una idea muy extendida, pero está muy equivocada. Desde el principio, la base fue una agenda política sólida, que se basaba en las reivindicaciones como primera meta, una vez superada esta primera gestión converge el desafío que impone el final de gobierno de Frei y la totalidad del gobierno de Lagos, esto es, un análisis serio y minucioso del mundo en transformación y los requerimientos que este fenómeno realiza sobre un país como Chile en su economía, su capacidad de relación con potencias y conglomerados y la forma cómo nuestro país era capaz de afrontar un desafío de integración versus reacción, frente a las relaciones internacionales donde es fácil caer en la subordinación o la injusticia y en el que, a juicio del autor, Chile ha demostrado batallar con dignidad, inteligencia y sobre todo, en los grandes temas como son el progreso y equilibrio macroeconómico, la superación de la pobreza y la modernización del Estado, con eficacia.



[1] En palabras de Giddens y luego Blair, la Primera Vía es la izquierda socialdemócrata tradicional, que dominó las ideas y las prácticas políticas en el primer periodo de posguerra. Sus bases son la economía keynesiana y la noción de que el Estado debe sustituir al mercado en áreas fundamentales de la vida económica. Esta perspectiva fracasó a medida que la economía se globalizó y empezó a reconocerse que el Estado, muchas veces, es ineficaz, torpe y burocrático. La Segunda Vía es el thatcherismo o fundamentalismo del mercado; la convicción de que es preciso extender al máximo el ámbito del mercado, porque éste es quien distribuye los recursos de forma más racional y eficiente. Una Tercera vía, supone para ambos autores una alternativa que no funde ambos modelos sino que se opone a sus espacios más exclusionistas y busca ampliar el campo de lo posible. Nada tiene que ver esta estructura con la de primera, segunda y tercera izquierda que se instala más bien al interior de la socialdemocracia o progresismo.

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