miércoles, 1 de agosto de 2007

Esa larga herida llamada “América Latina”


Néstor Morales T.

Hay veces cuando andamos jugando a las elecciones y creemos que el mundo vive no más a través de lo que percibimos como nuestro espacio, cuando vamos por el mundo como políticos serios, hombres públicos y muchachos de la nueva horneada progresista, esas veces es útil darse un baño de lo que pasa y nos pasa en nuestra patria granda: América Latina. Siento que echar esta mirada, nuestra mirada, como izquierdistas que somos, hacia el continente nos puede permitir dialogar mejor entre nosotros, buscar con más claridad nuestros objetivos y hacer que otras y otros presten oído y corazón alo que acá se dice y se pretende hacer.

Digo esto porque, aún y con la frenética globalización de los estándares norteamericanos en todo el mundo, en este planeta sigue teniendo identidad propia esa larga herida llamada “América Latina”. Y hay que nombrarla como dolor, precisamente en estos tiempos en que se ofertan como gobiernos de partidos, de comunas y naciones medicamentos de marca y genéricos que cambian en su presentación pero tienen el mismo efecto, es decir, ni alivian ni sanan.

Y en la gran campaña mediática que es la política de arriba, la historia se ha retorcido y se ha alterado para ocultar una Latinoamérica que construye su mañana a contrapelo y cuyos brillos más intensos se nos alejan con la publicidad y con la verdad: con la publicidad de crímenes y frivolidades de la otrora orgullosa cuba y la verdad de las matanzas a las clases oprimidas que son los pobres, los pueblos originarios, los descamisados, las mujeres y los niños que aunque los diferenciamos aquí para adjetivizarlos, para el dolor siguen siendo sinónimos.

En la raquítica historia de los de arriba, esta región del planeta empezó a existir cuando las potencias imperiales europeas del siglo XVI recién se civilizaban y, con la conquista bélica, incorporaron estas tierras a sus también bélicos dominios, y a quienes las habitaban, alo que llamamos hoy el mundo moderno.

La historia oficial, así, no es otra que la del perdón del dios de arriba, la “modernidad” (o sea, el mercado), a la culpa de los latinoamericanos. Una culpa compleja y con un andamiaje argumentativo más o menos elaborado. Una especie de culpa “all included” (noten cómo me pongo a tono con la temporada vacacional).

Una culpa que incluye la de no haber nacido en la Europa de arriba, con sus monarquías tan exquisitas como ridículas, sus escándalos de pompa y circunstancia, sus museos, su gastronomía, sus políticas anti- inmigrantes, sus opresiones, sus historias vergonzantes de holocaustos y guerras por errores de léxico, sus sumisiones al imperio de las barras bravas y las estrellas del pop, del rock, del punk o quizás qué monosílabo que venda y sus izquierdas modernas (tan educadas y bien portadas, que parecen de derecha).

O la culpa de no haber nacido en la Norteamérica de arriba, la cínica, brutal y asesina, la policía mundial, la que le ha aportado al mundo los horrores más infernales en la historia de la humanidad, es decir, el “fast food”, los Malls, las bombas financieras y las bombas de las otras que hacen estallar el consumo y hasta pueblos enteros, literalmente por los aires, para luego ellos mismos ganarse concursos internacionales y misiones de paz para buscar, identificar restos de lo que asolaron y construir fastuosos mausoleos, o sea, hacer el negocio completo como indica el buen capital, no ese otro, el que se escribió con K.

Y en esta historia oficial, es decir, la de los grandes medios masivos de comunicación, los destellos que se remarcan son los que simulan perdón y aceptación, la redención: frente a un Bill Gates, un Carlos Slim; frente al cuento de hadas del príncipe de Borbón y la neocenicienta Letizia, el comic de las reclusas chick de las Hilton y el nuevo terror bíblico de los pueblos de oriente medio; frente a la prisión ilegal en el territorio ocupado ilegalmente de Guantánamo, etc.

Que debajo de esas fábulas de éxito, bonanza y terror estén historias reales de despojo, explotación, represión y discriminación, es algo que puede ser pasado por alto. Después de todo, alcanzar el perdón exige sacrificios.

Pero hay algo más en esta historia de perdón y exoneración que escribe el neocapitalismo, los conservadores y las derechas (otra vez divido para adjetivizar lo que en verdad es sinónimo). Está también el cobro de una deuda cuya recaudación empezó desde el saqueo de las riquezas naturales (que se inició bajo las banderas de las monarquías europeas), incluyendo el aniquilamiento y esclavitud de millones de indígenas, y que sigue hasta nuestros días bajo las banderas de las “democracias representativas” de todo el mundo.

Resumiendo: nos jodieron y nos joden, pero fue es y será por nuestro bien. Y lo que es peor algunos (quizás muchos) de los nuestros aprendieron hacer lo mismo.

El que haya simulado al menos ropajes laicos no puede quedarse ajeno a esto,si aprendimos que martirio es santo pero es mejor si se martiriza otro debe sonarnos un poquitoa injusticia y perdónenme los analistas de lunes por la noche o los sermones de domingo pero esto no quiere decir el dolor sea necesariamente cristiano, católico, apostólico y romano. Después de todo, el manoseo que del dios hizo George Bush en sus guerras contra Afganistán e Irak, así como el develo y desvelo de las historias lujuriosas y pedófilas del alto clero, no dan mucha tela de donde cortar para confeccionar el traje de salvador (o redentora, porque allá arriba, supongo, sí hay igualdad de género).

Entonces, ¿dónde se gesta, en la actualidad moderna, la contra al dolor de América Latina?

La respuesta incorrecta es: en los medios masivos de comunicación. O mejor: en el mundo que crean los medios masivos de comunicación.

Dijimos que nos convocan dos temas: el de América Latina y el de las miradas.

Pues bien, con todo ese proceso de imposición de la Historia desde Arriba, la que nos asigna el papel de adoloridos, se nos ha convertido en extraña y extranjera una tierra que es también la nuestra, la latinoamericana. Sobre ella no tenemos datos de primera mano, propios. Es decir que nos asomamos al resto del mundo a través de la mirada de otros. Vemos lo que esas miradas nos permiten ver.

¿Y a través de qué o de quién nos asomamos a esa América Latina que nos es ajena? Los de Arriba y hasta nosotros mismos nos permitimos no preocuparnos, para eso están los corresponsales, los enviados especiales, los comentaristas, los analistas, los locutores, los jefes de redacción, los periódicos, las revistas, los programas de radio y de televisión, la National Geographic y el MTV in stereo where available.

Y en todos estos casos nos encontramos con miradas suplantadoras. Si miramos a Santiago de Chile, veremos a un Andrés Velasco tan dinámico y emprendedor que parece anuncio de desodorante, pero no veremos a las familias que en Alhué, La Pintana, Lampa, Cerro Navia, se han quedado sin hogar ni fuente de empleo por las “costaneras”; si volteamos a Venezuela, no veremos a un pueblo organizándose y construyéndose una Nación soberana e independiente, sino las arbitrariedades de la supuesta tiranía de Hugo Chávez que los venezolanos (oh! Sorpresa) votan que sí una y otra vez; si miramos a Brasil, no distinguiremos las luchas agrarias del MST, sino a un bonachón, afable y carismático Luis Ignacio Da Silva, (más conocido como “Lula”, el antiguo descamisado, por sus nuevos amigos del Fondo Monetario Internacional con quien habla sobre corbatas y estilo); si nos asomamos a Bolivia notaremos la afición futbolera de Evo Morales, y no el movimiento indígena y campesino que estremeció y estremece al continente; si vemos al Gobierno de Chile, distinguiremos el buen o mal gusto en el vestir de la Presidenta Bachelet, y no la discriminación en contra de los indígenas Mapuches que más que nadie se quedan debajo de la micro; si vemos a Cuba, conoceremos cómo van las apuestas sobre la vida o muerte de Fidel Castro, y no la sensación de un pueblo entero (¿alguien sabe en verdad qué siente o espera el pueblo cubano?); y si vemos a Argentina sólo vemos muertos refrío y nadie habla de los muertos aún de miedo..

Y a sí podríamos recorrer la geografía entera de Latinoamérica y preguntarnos, sobre todo, qué no vemos a través de la mirada usurera de los grandes medios de comunicación.

Y como la geografía, el calendario. Las fechas para recordar y para olvidar, son establecidas por el mundo mediático. Así, por ejemplo, el 12 de octubre se celebra el día de la hispanidad, no se recuerda el inicio de un crimen que todavía no termina: el aniquilamiento cultural y físico de los pueblos originarios de estas tierras; el 16 de julio no es el día de devoción del pueblo a sus santos , sino el día del estreno de Harry Potter y La Gallinita Ciega.

Sin embargo, el mundo que vale, que existe, que es real, es el de los medios de comunicación. Y es ahí donde se forma el salvador (no Allende) “moderno”, es decir, el político profesional. Porque ése es su trabajo, ésa es su misión, ése es su empleo, ése es su puesto, ése es su parlamento en la tragicomedia del Poder en América Latina: salvar a las sucias, feas y malas prácticas de gestión, de democracia, de golpizas, etc.

Si el terreno de gestación es el mediático, ¿para qué los principios, la memoria, la honestidad? Ahí no son necesarias plataformas políticas o programas de acción, sino un programa de imagen publicitaria y una plataforma con todos los cosméticos habidos y por haber. En lugar de un seminario en la escuela de cuadros, es preferible una portada en “¡Caras!”, “Cosas” o una columnita insípida en El Mercurio, que como sabemos todos miente o, a lo menos, finge.

Todo esto porque lo importante es que te conozcan los importantes, los que valen, los que eligen realmente. Y a la hora estelar de la programación, es decir, a la hora de las elecciones, es eso lo que va a contar de veras, es decir, la imagen mediática y quien pague en pesos, dólares o en euros por ella.


“Whit money dancing the dog ”, “con dinero baila el perro”, dijo ese antropólogo Vito Corleone, cuando se enfrentó a la mafia política gringa. Y el dinero fue a dar a las arcas de los grandes electores,… y el perro bailó.

Como ya no es el terreno de las ideas ni del quehacer político, el lugar donde se definen posiciones, entonces podemos decir que el espectro político se ha desplazado a los medios de comunicación. Ahora hay medios “buenos”, “malos” y “feos”.

Y si se ven malabares impresionantes en los partidos políticos de arriba, en los medios de comunicación no se quedan atrás. Así, quienes apenas ayer condenaban toda movilización popular y clamaban por el uso de la represión para “poner orden”, hoy son adalides del periodismo democrático e independiente. Y entonces pululan los “Contacto”, os “Informe Especial” fulminando anatema cualquier precaria condición que sin ellas no podrían vivir, rasgando vestiduras por detalles mientras se alimentan del dolor de la gente y sólo muestran para que se insista en el dolor con campañitas sosas después del Hogar de Cristo y alivian sus males con dos padrenuestro y gran presupuesto para la próxima temporada.

Es en los medios,entonces, donde aparecen esas miradas a través de las cuales nos asomamos a la América Latina que nos convoca. Ahí encontramos miradas que clasifican, juzgan y condenan, y miradas que tratan de entender. Miradas suplantadoras y miradas representativas.

Y, desgraciadamente, en las miradas que clasifican, juzgan y condenan (siempre al de abajo), encontraremos a varios de quienes se adjudican el título de “progresistas”. Algunos van más allá y dicen ser de “izquierda”. Y tal vez lo sean, pero de la que ahora llamaremos “la izquierda mediática”. La que critica a la televisión como fuente de Poder mientras se le paga a la, según el nuevo espectro político mediático, “buena televisión, pluralista, tolerante, etc.”. La que se convirtió en la legitimadora de la razón pragmática como guía de la izquierda institucional. La que se escandalizó cuando las imágenes de Marx, Engels, Lenin y Proudhon –sí, Proudhon-, que portan los muchachos anarquistas, aparecían en los actos y marchas de los estudiantes, que para clasificar y motejar como delincuentes mal les llaman pingüinos (contrario sensu no se distingue ningún frío en sus venas) y ahora que esas imágenes y sus portadores se mudaron a las casas Okupas ratifica el predicamento de Canal 13 y sus secuaces: en verdad eran delincuentes contra la sacrosanta propiedad. La que clasificó toda oposición crítica a la izquierda electoral como “inmadurez”, “desesperación”, “servicio a la derecha”, “terrorismo ultra”. La que sepultó la razón crítica bajo argumentos producidos, elaborados, consumidos y consumados en la mesa del Señor.

Últimamente se ha tocado un punto sensible en la crítica al papel de esa “beatifull people” (como la llamó ése gran ausente que tanta falta hace en estos tiempos, Manuel Vázquez Montalbán), a saber, la complicidad. Claro que no se usa esa palabra, pero la descripción que se hace de los neoliberales y neocapitalistas sugiere precisamente eso. Es decir, no se trata sólo de una claudicación ni de fallos de la SVS. Ahora hay una especie de participación intelectual en las acciones de la gran empresa del capital, una complicidad. Así como los grandes monopolios dan cursos a sus empleados para que se sientan parte de la corporación sin percibir nada de la corporación (del cobre u otra), el señor Dinero imparte seminarios virtuales para analistas y asesores progresistas, liberales y de izquierda.

Aquí se hace necesario plantear que la ecuanimidad y equilibrio facial de los thinks tanks, de todos los sectores se modifica sustancialmente si se plantean las siguientes preguntas: ¿Cómo se lucha contra la explotación y la pobreza sin redistribuir la riqueza? ¿Cómo se recuperan las riquezas básicas, en manos de las multinacionales, cuyas fortunas se han logrado bajo contratos ilícitos y evadiendo capitales? ¿Qué pasa si se realizan reformas agrarias e industriales para limitar el poder de las oligarquías terratenientes y monopólicas en los servicios y se potencia la organización popular de los trabajadores del campo y la ciudad para crear cooperativas de producción? ¿Qué ocurre cuando se busca refundar el Estado sobre leyes de autonomía que reconocen la realidad multiétnica de los pueblos originarios?

Y es que frente a la cuestión del sistema actual y de sus lógicas depredadoras, la izquierda mediática es tan, pero tan moderna, que se parece demasiado a la antigua derecha. Porque la moda, en este caso la moda política, no es más que un salto hacia atrás. Y esto lo dijo Walter Benjamin, pero pudo haberlo dicho la Señora Juanita o los chiquillos de la Sub 20.

Lo que se está señalando aquí es que, seducidos por el canto de las sirenas entonados por las encuestadoras, estos pensadores ubican el problema del Poder y del Gobierno, como un asunto de caminos (vía pacífica o vía armada, reforma o revolución), y olvidan que la cuestión del Poder y del Gobierno, del buen gobierno, se refiere a preguntas fundamentales: ¿para qué y para quién gobernar?

El asunto del Poder y del gobierno se refiere a la convivencia en una sociedad. En la sociedad capitalista, esa convivencia se resuelve con la imposición de hegemonía (manda el que tiene), y homogeneizando los valores y criterios del mercado o la Globalización, si se quiere. Por lo tanto, el problema del Poder y del gobierno no es si se accede a ellos por la vía electoral o con quien se disputa su titularidad, sino cómo se enfrenta o no a esa hegemonía y a esa homogeneización.

Pero esto será asunto a tratar en otra ocasión. Por ahora sólo recordemos estas palabras de amarga alerta y esperanza de Walter Benjamin:

“Nos hemos vuelto pobres. Hemos ido desprendiéndonos de una porción tras otra de la herencia de la humanidad, frecuentemente teniendo que darla en una casa de empeño por cien veces menos de lo que vale, a cambio de que nos adelanten la pequeña moneda de lo actual.” (…) “En un momento en que los políticos (…), yacen por tierra y rematan la traición de su causa, este pensamiento se propone liberar al infante político mundial de las redes en que lo han envuelto. Las consideraciones surgen del hecho de que la ciega fe en el progreso de aquellos políticos, su confianza en su “base de masa” y, en fin, su servil inserción en un aparato incontrolable no eran más que tres aspectos de la misma cosa. Estas consideraciones procuran dar una idea respecto a cuánto debe costar a nuestro pensamiento habitual una concepción de la historia que evite toda complicidad con aquella a la que los políticos continúan atendiéndose”.
Así que hay otra forma de ver la historia de nuestra América Latina, la de la insumisión, la de la rebeldía. Y una parte de esta historia singular es la del imperdonable pueblo cubano, el último en independizarse y el primero en ser libre y vuelto a dominar por ellos mismos (Oh! Paradoja) en nuestro continente.

Hoy nos debe nacer un espíritu de reconstrucción de América Latina, partiendo por nuestro país. Una Latinoamérica que no busca absoluciones, salvaciones, ni perdones. La que no aspira y suspira por la llegada de salvadores (insisto que no Allende) que suplanten voluntades y vocaciones. La que camina abajo y a la izquierda anticapitalista. La que levanta una nueva Torre de Babel no sólo para desafiar al dios omnipotente del dinero, también para hacerse espacio y respeto en sus diferencias. La que tiene el moreno rostro de los pueblos originarios de este continente, las manos de quienes hacen andar las ruedas de la historia con minúsculas, los pies de mujeres, jóvenes, niños y ancianos sin-lugar, los cuerpos de obreros y campesinos. La que vemos, oímos y aprendemos no a través de miradas suplantadoras, sino que miramos y escuchamos en voces representativas.

Ésta es nuestra otra mirada al gran y fragmentado espejo de la patria grande una que no será patrimonio de salvadores fascistas y no será una democracia llena de estatuas y monumentos, pero vacía de pueblo. Por el contrario, será obra de pueblos que no se conformarán con disparar a los relojes para detener el tiempo de la conquista de su libertad, sino que arman ya otro tiempo como alternativa más solidaria con ellos mismos y no compite por agarrar el último suéter de temporada.

Modesta pero necesaria será entonces la participación de las mujeres y hombres que renuncien a ser arriba o para arriba, y se conviertan en nadie, en servidores públicos y así enfrenten con palabras y con votos que son nuestra única y mejor arma, adjetivas y sinónimas como lo son las cosas en serio. Basta mirarlo, siento, aprenderlo y obrar en consecuencia.





Entre Carahue y Puerto Saavedra, en el suave barro Mapuche y el frío Invierno de 2007.

2 comentarios:

Montserrat Nicolás dijo...

Sr. Ojo: Gracias por el enlace. Y siga usted hablando de las elecciones que a las Curvas le quedan pocos cartuchos...

Y buen avatar...

Peace, bro,

Curves

Montserrat Nicolás dijo...

ahhh, se nos olvidó. Ehem. DEBAJO el pato navia en la lista??!?

no será un semi insulto?

nos preguntamos, no ma'...

:-)

c.