lunes, 29 de octubre de 2007

Tango con K.

Néstor Morales T.


Argentina tiene nueva Presidenta, claro, no tan nueva si se entiende el inmenso rol que juega Cristina Fernández de Kirchner en el gobierno del tocayo Néstor. Se enamoró de él no por su aspecto, dice, sino por su liderazgo universitario, sin duda que a más de uno le ha pasado. Lo importante es que desde que llegó a la Casa Rosada vino a cambiar el look de mando y de forma para la política argentina.

Primero fue la operación Senado que la dejó en inmejorable posición para suceder a su marido en el plan más largo y ambicioso que es gobernar la Argentina por largos doce años haciendo del imperio Kirchner una refundación del peronismo más cercano al populismo de centroizquierda, algo parecido a Perón mismo, algo parecido a la República argentina con K.

Las feministas y aún crédulas devotas del gobierno de la Presidenta Bachelet en este lado de Los Andes han sacado cuentas alegres de la amistas (inexistente), respeto mutuo (dudable) y sobre todo que sigue en crecida el hecho de que los pueblos del sur quieren ver a mujeres dentro de las primeras magistraturas, locuras como la de Maluca Pinto de llamar “Matria” a la Patria comienzan a circular otra vez. Es cierto que los imaginarios sociales e nutren de actos simbólicos y conquistas que los valores deglutan con posterioridad y que nada es completamente cierto o completamente falso desde el principio por lo que el estridente triunfo de la Señora K. (con menos votos de los que sacó Menem, téngase presente) podría ser una señal de feminización de la sociedad latinoamericana.

Dudoso, toda vez que por dos mujeres presidentes hay feticidios en potencia en uno y otro lado de la cordillera. Además, de la cuenta amigables en la que se asevera que el 70% de los argentinos quería una mujer presidente es falso. Buena parte de los votos, los de la Señora K., son gracias a su enorme poder fáctico en el gobierno, su firmeza de carácter su mejor habilidad para ser un político más, y el resto de los votos, los de Elisa Carrió es la vertiente de izquierda de disconformidad y pujante alza que tienen los oprimidos argentinos. El voto por mujer no es solidaridad de género ni “matricismo”, sino inteligencia y buenas propuestas en un océano de corrupción y malas poses como la fauna política argentina.

El triunfo de la Señora K. es un apronte no al aumento del poder femenino sino a la estrategia de caudillos que se renueva siempre en la Argentina, ayer los Menem, hoy los Kirchner y, segundo, una fuerte opción por gobiernos autoritarios y firmes, sin poderes “diferentes” no gobernar de otra manera, otra, es cierto, pero clara, alejada de amalgama de dudas y desencuentros que sí podemos ver en la contingencia chilena.

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